TABERNA SÉNECA
Hotel Plateros
Historia, por Manuel Mª López Alejandre. (Las tabernas del casco histórico de Córdoba)
Historia
La taberna Séneca se fundó en 1874. El edificio es de 1857, así reza en la cancela de forja. Amplia planta baja con gruesos muros que unen pesados arcos. Paredes encaladas, mostrador de madera del mismo color que los artesonados, solería de rectangulares baldosas de barro. ¡Que bien se está aquí! como escribía Pepe Cobos, “es también la taberna cordobesa como una prolongación de la propia casa, porque, por fortuna, todavía no está contaminada por la arquitectura “funcional” y afectada por el cemento y el cristal. A quienes la visitan por primera vez les sorprende su indudable aspecto de casa particular, con su zaguán, sus cuartos, su patinillo y frondoso jazmín en la entrada”.
Larga es la lista de los ilustres visitantes de este establecimiento: Fernando de los Ríos, Largo Caballero, la familia Romero de Torres, Martínez Barrios, Zuloaga, García Lorca, José María Pemán, Antonio Mairena, Ginés Liébana, Antonio Gala, Segundo Domínguez, Geoff Garvey, Adrian Pope, ….González Anaya (Los Naranjos de la Mezquita) situó aquí la tertulia de Los Legítimos, aquella que dedicó un excelente y viejo vino a Séneca, del que llegaron a decir: ….”Si Nerón no bebe falerno sino este montilla oloroso, su preceptor no se suicida”.
Tiene esta casa, como todas las tabernas de la Sociedad de Plateros, el popular y famoso fino Peseta; el amontillado Oro Viejo que merece ser probado; una joya entre los PX que es el Oro Dulce y el galán entre los finos de Córdoba que es el fino Platino, cual duerme en las 26 botas que hay en la bodega de 1700 en una pequeña galería de origen romano y una sólida y rica colección de tapas, que se elaboran en la pequeña y modesta cocina bajo la atenta supervisión de Toñi Cost.
De Lucio Anneo Séneca (la decapitada estatua que se alza frente a la fachada principal de esta taberna, ¿puede atribuírsele?, nacido en Córdoba hace 2.000 años, aseguran que muy cerca de esta plaza, es esta frase tantas veces citada: “el vino lava nuestras inquietudes, enjuga el alma hasta lo más profundo y entre otras virtudes, asegura la curación de la tristeza”. Cuenta la tradición, recogida por José Ponferrada en su libro Arqueología y abolengo de los vinos de Montilla, que el ilustre filosofo poseía viña y bodega en el término de Montilla de las que abastecía de vinos su casa romana. Los caldos montillanos con éxito con los que Séneca elaboraba en el lagar que poseía en las inmediaciones de Roma y con los que tría de otras regiones.
No olvide el lector, a lo largo de estos paseos, que al vino, además de darle mucha conversación, hay que empaparlo. Para eso está la tapa que ofrece en extenso abanico de posibilidades gastronómicas, algunas llenas de ingenio. La costumbre de beber a palo seco déjela para iniciados. Pero, filosofemos un poco. Recomendaciones aparte, algo hay en el hábito cordobés de no acompañar el vino con alimentos que me hace pensar en la siguiente frase de Alejandro Dumas: “El vino es la parte intelectual de la gastronomía, la comida es sólo la parte material”